¡Lástima de
la seducción!, terrible arma caída en el olvido de la vergüenza, del pudor y el
oprobio, allá con aquello que algún día llamamos feminidad: la belleza, la
astucia, el encanto, el embeleco… ¡Ah!, quién osara usar estas armas ahora,
pudiendo enarbolar la robustez y la tosquedad imperios del hombre, y blandirlas
en su terreno, y demostrar de una vez la igualdad hacia este. Igualdad hacia,
igualdad para, igualdad osada del sumiso hacia su amo, igualdad rogada,
igualdad de humo…