lunes, 13 de febrero de 2017

No vemos los muros.
No vemos caer las piedras.
Venir, los vemos.

Del Sur y del Norte vienen,
del atardecer y del alba.
No vimos levantarse el polvo
en nubes de ceguera blanca.
No vimos morir sus ciudades,
perderse el tiempo con los recuerdos
bajo los escombros.
Venir, los vemos.

No vimos morir la tierra,
subir el agua,
volar los tejados con las sábanas
y las raíces.
Quemarse el aire.
Venir, los vemos.

No vimos las lagrimas
que costó aceptarlo.
Las cicatrices que ya estaban.
El silencio en el primer paso.
Fuera. Para siempre.
No vimos el éxodo.

No vimos la miseria,
el dolor y la pérdida.
Los lazos sobrevenidos,
impensados.
Abrazos precipitados
en el horror compartido.
La mirada cómplice,
el pan a medias.
Venir, los vemos.

Y no vimos la poesía
perdida en el camino.
Las pieles curtidas al sol,
las manos agrietadas
y las marcas para siempre
en el cuero y en las entrañas.

Apenas sus ojos vemos
cuando llegan.
Y cargados como van de todo,
sin verlo,
le cuesta comprender el dolor al pecho
cuando venir,
los vemos.