jueves, 9 de enero de 2014

Disfrazar lo incomprensible de exótico. Vestir de intención al inseguro. 
Hipnotizar al pusilánime. 
Hacernos creer el sinsentido de su sinrazón, 
lo absurdo de su inconsciente a la deriva. 
Su orgulloso norte perdido. La soberbia del efectista. 
La pretensión del comunicador errante, y su afasia intelectual crónica. 
El amago, el atrevimiento del ridículo. Su inmunidad política. 
Transgredir en cauce. Revolución de bar en galerías. 
Ropas raídas y discursos rotos. 
Círculos onanistas, cadenas de Narcisos y Edipos abandonados. 
Fantasmas de servicio, al servicio de ideas siervas de sus propios vicios. 

Pero insisten en que lo veas. 
Tu, ignorante del mundo, vaga masa, pobre carnal, despierta. 
He aquí la esencia de lo intangible, ésta es. Y te la muestran, y te lo explican. 
Y ciego es aquel que no ve en sus deshechos el hecho consumado, 
el cáliz nuevo, su razón de ser. 
Y el precio a pagar por tu ceguera es socialmente agrio, 
y asentir apenas es nada. 
Y de asentir asintiendo el vacilante se hace autómata. Y otro altavoz al dogma. 

Empero, hay quien aún ve lo que ve, y quien confía su juicio al tacto, 
y entre tanta falsedad y engaño, hay quien no se deja estafar. 
Ni oros, ni piel, ni paños. 
Jodidos emperadores desnudos galopando por su hábitat. 
Salid al barrio, os esperamos, el humilde, el asfalto y yo, 
con dosis de realidad tangible 
y balas para unos cuantos...


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