jueves, 9 de enero de 2014


Náuseas petrificadas en la garganta. 
Piedras negras en el pecho. 
Líquidos diuréticos envenenados.
Ansia de vida. 
Sed de muerte. 
Angustia. 
Desidia y abandono. 
Ácido amargo del paladar. 
Tos. Gris bilis. Ojos rojos.

Hay quien se sabe muerto y elige su mejor traje, 
y hay quien se arrastra sangrante hacia ningún sol naciente, 
hacia el mismo puerto. 
Y ningún alma emerge de ningún cuerpo, 
muere en en la misma foto, 
en el mismo y preciso instante, en el mismo encuentro, 
en el retrato último e inmortal del hombre yerto.




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